La Iglesia Cristo Obrero en Atlántida está ubicada en el Departamento de Canelones, República Oriental del Uruguay, en la ruta 11, Km. 164. Cerca del balneario de Atlántida fue construida por el ingeniero Eladio Dieste en 1960, a 40km de Montevideo. Obra que visitaremos en nuestro próximo viaje a la ROU.
Dice Dieste en la memoria del proyecto:
"La iglesia está en el campo que está presente por todos lados, son siempre bellos los cielos y las nubes, los mimbrales amarrillos en otoño y los ciruelos floridos en primavera...
Para este lugar me encargaron, allá por el 52, “ una bóveda” que, después de un proceso realmente novelesco y divertido que sería interesante contar si pudiera hacerse sin herir a nadie, se transformó en la iglesia, a un costo ( sin contar mi trabajo que no cobré) igual al de un galpón...
Dice Dieste en la memoria del proyecto:
"La iglesia está en el campo que está presente por todos lados, son siempre bellos los cielos y las nubes, los mimbrales amarrillos en otoño y los ciruelos floridos en primavera...
Para este lugar me encargaron, allá por el 52, “ una bóveda” que, después de un proceso realmente novelesco y divertido que sería interesante contar si pudiera hacerse sin herir a nadie, se transformó en la iglesia, a un costo ( sin contar mi trabajo que no cobré) igual al de un galpón...
...Mis intenciones más conscientes en el proyecto de esta iglesia, escribí en
aquel entonces “puedo decir que procure que éste respondiera a un estilo serio, a la vez
severo y amable de piedad, con una gran confianza en el espíritu cristiano de los
humildes que han de usarla... que la iglesia como arquitectura, no fuera un obstáculo
para una piedad verdadera sino su manifestación primera. Los medios y los materiales
usados en la construcción también quieren ser expresivos: son humildes como los fieles
para quienes la iglesia se construyó, pero fueron tratados con un desvelo que aspira a ser
el homenaje que estos humildes merecen”.
Toda la experiencia que significó esta obra para mí no es fácil de resumir; fueron dos
años de actividad casi obsesiva. Quizá lo más importante sea destacar dos cosas:
La actitud de los obreros, que salvo tres o cuatro especialistas eran todos del lugar: unos y otros acompañaron la aventura no pasivamente sino sintiéndose también protagonistas, como lo fueron; unos protagonistas comprometidos y llenos de calidez humana. Recuerdo que el día en que se quitaron los andamios de la pared del fondo, cuando ésta se “vio” de veras por primera vez, me rodeó desde mi llegada a la obra una expectación cálida y viva. Sabían que la pared había quedado bien, que había valido la pena el esfuerzo común.
La actitud de la gente del pueblo: pese a las pedradas de los muchachos no hubo ni hay indiferencia, en contraste con la sensibilidad de los que tiene poder, todo lo limitado que se quiera, de hacer o de haber hecho algo para terminar la obra, sobre todo en sus espacios libres, con dignidad; lo que no hubiera costado más caro, seguramente menos, porque la sordidez es siempre más cara.
Las técnicas empleadas son una generalización de las ya usadas por nosotros en otro tipo de edificios: fábricas, gimnasios, etc. La incorporación de armadura y el uso de morteros convenientes vuelve estructuralmente activo el material cerámico y hacen que sean posibles con él y abajo costo, cosas que serían impracticables económicamente con el hormigón armado; por ejemplo las paredes onduladas de esta iglesia.
El conjunto de paredes y techo, que mide en planta 16 m y 30 m, se concibió como una gran cáscara de doble curvatura que apoya en el terreno mediante pilotes “in situ”.
Cada pared de 7 m de altura está formada por una sucesión de conoides de directriz recta al nivel de suelo y ondulada ( con una parábola y dos medias parábolas acordadas por onda) en su parte superior. Para construirla se replanteó previamente la superficie reglada con alambres que se fijaban a las directrices. Hecho esto, los albañiles no tenían más que seguir en la colocación de los ladrillos los hilos que definían la superficie. Su espesor es de 30 cm.; la armadura de alambre de 3mm dispuesta en las hiladas, es de sólo medio kilo por metro cuadrado, suficiente para la resistencia parcial de la pared y para darle unidad estructural. La pared se ancló al contrapiso de mortero de arena y Pórtland y se terminó por una carrera horizontal que hace de alero y absorbe los empujes de la bóveda. Este alero es mixto, de ladrillo y hormigón.
El techo es una bóveda gausa de ladrillo armado con una capa final de tejuela cerámica porosa muy aislante y liviana. La luz media de la bóveda es de 16 m la máxima de 18,80 m y la flecha varía de 7 cm. a 147 cm., con lo que el valle de la onda es caso horizontal. En este valle se alojan los tensores que resisten el empuje de las bóvedas, anclados en las carreras de coronamiento de los muros. La armadura de la bóveda es de 2km/m2 alojada en las juntas de las piezas cerámicas. Todas las secciones transversales del techo son catenarias de flecha variable entre los límites ya citados, Durante la construcción el techo trabaja como bóveda gausa; luego, como cáscara autoportante.
La actitud de los obreros, que salvo tres o cuatro especialistas eran todos del lugar: unos y otros acompañaron la aventura no pasivamente sino sintiéndose también protagonistas, como lo fueron; unos protagonistas comprometidos y llenos de calidez humana. Recuerdo que el día en que se quitaron los andamios de la pared del fondo, cuando ésta se “vio” de veras por primera vez, me rodeó desde mi llegada a la obra una expectación cálida y viva. Sabían que la pared había quedado bien, que había valido la pena el esfuerzo común.
La actitud de la gente del pueblo: pese a las pedradas de los muchachos no hubo ni hay indiferencia, en contraste con la sensibilidad de los que tiene poder, todo lo limitado que se quiera, de hacer o de haber hecho algo para terminar la obra, sobre todo en sus espacios libres, con dignidad; lo que no hubiera costado más caro, seguramente menos, porque la sordidez es siempre más cara.
Las técnicas empleadas son una generalización de las ya usadas por nosotros en otro tipo de edificios: fábricas, gimnasios, etc. La incorporación de armadura y el uso de morteros convenientes vuelve estructuralmente activo el material cerámico y hacen que sean posibles con él y abajo costo, cosas que serían impracticables económicamente con el hormigón armado; por ejemplo las paredes onduladas de esta iglesia.
El conjunto de paredes y techo, que mide en planta 16 m y 30 m, se concibió como una gran cáscara de doble curvatura que apoya en el terreno mediante pilotes “in situ”.
Cada pared de 7 m de altura está formada por una sucesión de conoides de directriz recta al nivel de suelo y ondulada ( con una parábola y dos medias parábolas acordadas por onda) en su parte superior. Para construirla se replanteó previamente la superficie reglada con alambres que se fijaban a las directrices. Hecho esto, los albañiles no tenían más que seguir en la colocación de los ladrillos los hilos que definían la superficie. Su espesor es de 30 cm.; la armadura de alambre de 3mm dispuesta en las hiladas, es de sólo medio kilo por metro cuadrado, suficiente para la resistencia parcial de la pared y para darle unidad estructural. La pared se ancló al contrapiso de mortero de arena y Pórtland y se terminó por una carrera horizontal que hace de alero y absorbe los empujes de la bóveda. Este alero es mixto, de ladrillo y hormigón.
El techo es una bóveda gausa de ladrillo armado con una capa final de tejuela cerámica porosa muy aislante y liviana. La luz media de la bóveda es de 16 m la máxima de 18,80 m y la flecha varía de 7 cm. a 147 cm., con lo que el valle de la onda es caso horizontal. En este valle se alojan los tensores que resisten el empuje de las bóvedas, anclados en las carreras de coronamiento de los muros. La armadura de la bóveda es de 2km/m2 alojada en las juntas de las piezas cerámicas. Todas las secciones transversales del techo son catenarias de flecha variable entre los límites ya citados, Durante la construcción el techo trabaja como bóveda gausa; luego, como cáscara autoportante.
Esta obra es un buen ejemplo de cómo se puede llegar a dimensionar una estructura con
seguridad y economía con métodos, no rigurosamente matemáticos. Su cálculo es
inabordable analíticamente; ya la expresión matemática de la ecuación de la superficie es
complejísima. Es sin embargo intuitivamente evidente que, durante la construcción, hay
en la bóveda dos zonas: una que trabaja francamente como bóveda gausa, apoyada
contra la carrera de coronamiento y otra, la de menor curvatura, que prácticamente
cuelga de la anterior. La parte que trabaja como bóveda de doble curvatura tiene una
rigidez enorme; las tensiones no llegan en promedio a los 15 kg/cm2 y su seguridad al
pandeo es del orden de 40; no es entonces necesario un pleno domino del régimen
tensional para estar seguro de su estabilidad. Pero en problema es analizar cómo se
transmitirán sus esfuerzos a la carrera de borde. Lo primero por tanto es establecer qué
parte trabaja realmente como bóveda. Lo que hicimos fue determinar para qué sección
transversal seguía siendo mayor el desarrollo de la bóveda que su cuerda, teniendo desde
luego en cuenta el acortamiento por compresión de este desarrollo, el alargamiento de la
cuerda por el estiramiento de los tensores y la flexión de la carrera de coronamiento. Esto
definía una sección crítica yendo hacia el lado de las mayores curvaturas; a pequeñas
distancias de la sección crítica ya era seguro que estábamos en la zona que trabaja como
bóveda. La distancia de cresta de la ondulación es de 6 m y 4 m y trabajan como bóveda
con un margen amplio de seguridad. El valle cuelga de estas zonas de bóveda.
Queda la duda de si la carga de la parte colgada se reparte en toda la zona de bóveda o se concentra en los bordes.
Como la armadura se dispuso, como una red continua, en las juntas del material cerámico, era presumible, dada además la gran rigidez del conjunto, que esta carga se repartiera uniformemente en toda la zona “ de bóveda”; esto era además lo desfavorable desde el punto de vista de las acciones sobre la carrera de borde, ya que concentraba los esfuerzos en la zona central entre apoyos; fue por tanto la hipótesis hecha. El cálculo de la carrera de borde sometida a la componente horizontal de las cargas que transmite la cubierta, es interesante, pero no se aparta esencialmente de los métodos clásicos. Se presentan sin embargo algunas dudas: por ejemplo, es evidente intuitivamente y lo confirma desde luego el análisis, que los tramos de carrera entre tensores tienden a cerrarse y cabría la duda de si esto no puede provocar alguna fisura en la bóveda.
El análisis muestra que es despreciable este cerramiento y en la práctica no hubo ningún inconveniente en este sentido.
El conjunto de paredes y bóvedas es de gran rigidez transversal y a que forman una suerte de pórtico superficial de dos articulaciones cuyo dintel, para desplazarse lateralmente, tendría que dislocar la estructura entera, la que, desde luego, se dimensionó para resistir los correspondientes esfuerzos.
El coro es un entrepiso de ladrillo cuya sección transversal se ve en el corte. El intradós es de ladrillo de espejo y el extradós de ladrillo de gres que cumple una doble función, es a la vez piso y estructura. Se hizo un encofrado según el intradós, donde se lo moldeó con ladrillo común: El piso se prefabricó en viguetas con el espesor de los ladrillos de gres y de llenaron en el sitio las vigas mixtas de ladrillo y hormigón. Cada una de estas vigas es una suerte de doble T. El muro calado que cierra el coro es todo de ladrillo “de espejo” armado con alambre.
Queda la duda de si la carga de la parte colgada se reparte en toda la zona de bóveda o se concentra en los bordes.
Como la armadura se dispuso, como una red continua, en las juntas del material cerámico, era presumible, dada además la gran rigidez del conjunto, que esta carga se repartiera uniformemente en toda la zona “ de bóveda”; esto era además lo desfavorable desde el punto de vista de las acciones sobre la carrera de borde, ya que concentraba los esfuerzos en la zona central entre apoyos; fue por tanto la hipótesis hecha. El cálculo de la carrera de borde sometida a la componente horizontal de las cargas que transmite la cubierta, es interesante, pero no se aparta esencialmente de los métodos clásicos. Se presentan sin embargo algunas dudas: por ejemplo, es evidente intuitivamente y lo confirma desde luego el análisis, que los tramos de carrera entre tensores tienden a cerrarse y cabría la duda de si esto no puede provocar alguna fisura en la bóveda.
El análisis muestra que es despreciable este cerramiento y en la práctica no hubo ningún inconveniente en este sentido.
El conjunto de paredes y bóvedas es de gran rigidez transversal y a que forman una suerte de pórtico superficial de dos articulaciones cuyo dintel, para desplazarse lateralmente, tendría que dislocar la estructura entera, la que, desde luego, se dimensionó para resistir los correspondientes esfuerzos.
El coro es un entrepiso de ladrillo cuya sección transversal se ve en el corte. El intradós es de ladrillo de espejo y el extradós de ladrillo de gres que cumple una doble función, es a la vez piso y estructura. Se hizo un encofrado según el intradós, donde se lo moldeó con ladrillo común: El piso se prefabricó en viguetas con el espesor de los ladrillos de gres y de llenaron en el sitio las vigas mixtas de ladrillo y hormigón. Cada una de estas vigas es una suerte de doble T. El muro calado que cierra el coro es todo de ladrillo “de espejo” armado con alambre.
Todas las instalaciones necesarias fueron ya previstas al levantar las paredes.
El campanario es una torre totalmente de ladrillo armado. Los escalones de la escalera de caracol se prefabricaron; trabajan como ménsulas empotradas en la pared exterior. El consumo de hierro en tosa la torre no llega a los 200 kg. No se necesitaba andamiaje porque la plataforma de trabajo se iba apoyando sobre la torre misma a medida que ésta se levantaba.
El costo de la iglesia fue del orden de los treinta dólares, de 1959, por metro cuadrado.
Agradecemos por el material fotográfico original a Rodi Torrás.
El campanario es una torre totalmente de ladrillo armado. Los escalones de la escalera de caracol se prefabricaron; trabajan como ménsulas empotradas en la pared exterior. El consumo de hierro en tosa la torre no llega a los 200 kg. No se necesitaba andamiaje porque la plataforma de trabajo se iba apoyando sobre la torre misma a medida que ésta se levantaba.
El costo de la iglesia fue del orden de los treinta dólares, de 1959, por metro cuadrado.
Agradecemos por el material fotográfico original a Rodi Torrás.
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