sábado, 30 de septiembre de 2017

VIAJE A MONTEVIDEO, LA RUTA DE DIESTE: Crónica

Sábado 23, muy temprano por la mañana partimos desde Buenos Aires a Montevideo con ciento diez estudiantes y docentes del taller.
Luego de cruzar nuestro "río sin orillas", dejamos atrás a Buenos Aires, envuelta en una densa nube gris, de un día soleado, producto ¿tal vez de la contaminación?
                              

Llegamos a Colonia a media mañana y nos trasladamos con tres micros al centro de Montevideo, luego de dos horas de viaje para llegar a Plaza Cagancha —nuestro centro de reunión— a las puertas de la ciudad Vieja y la Plaza Independencia.
Dejamos nuestro equipaje y luego de un almuerzo frugal, nos encontramos en la Plaza para emprender un primer recorrido a pie junto a la guía inestimable del arquitecto Marcelo Payssé, hijo del gran arquitecto moderno uruguayo Mario Payssé Reyes.
Con él recorrimos desde la avenida 18 de Julio y Plaza Cagancha a la Plaza Independencia, deteniéndonos particularmente en la estupenda arquitectura art-decó, racionalista y neoclásica que nos topamos durante el recorrido, el edificio del Jockey Club, el magnifico Palacio Salvo, émulo de nuestro Barolo, de Mario Palanti, fueron algunos de los hitos de nuestra primera recorrida por la ciudad.
                           
                           
                           
Llegamos a la Plaza de la Independencia y bajo la inmensa galería abovedada del Palacio Salvo, Marcelo nos contó algunos detalles de la fundación de la ciudad; su trazado, justo a las puertas de Ciudad Vieja, el Monumento a Artigas y el teatro Solís.
                           
También tuvimos ocasión de contemplar la fea arquitectura de la actual casa de gobierno, un Tardo-Pos-Moderno, edificio en grilla reticulada y piel de vidrio color azul que en comparación con la buena arquitectura racionalista de su entorno inmediato, da que pensar en la buena ocasión perdida que tal intervención significó...
                           
                           
Sin embargo la magia aún nos esperaba, cuando accedimos con el grupo al magnifico teatro Solís. ''Teatro del Progreso'', ''Teatro de la Empresa'', ''Teatro del Sol'', ''Empresa del Teatro de Solís'' y ''Teatro Solís'' son algunos de los nombres que le pusieron para designar al ''coliseo'', asociado desde su origen al proceso de construcción de la identidad de la ciudad.

Aunque primó el nombre que homenajeaba al navegante Juan Díaz de Solís, pudo haber sido cualquiera de ellos, porque el Teatro Solís es fundamentalmente, la consolidación de una idea.
Historias de muros, de paredes, de planos, de planes, de espectáculos, de artistas, de hombres y mujeres. Verdadero trabajo de arqueología, su construcción y sus reformulaciones constituyen un palimpsesto escrito por reinterpretaciones de significados y usos desde el siglo XIX.
Nos impresionó particularmente su bella sala, con sus palcos de escala extraordinaria!

Terminamos el recorrido del primer día a las puertas de Ciudad Vieja, en el Museo Torres García, legado de la familia del pintor a la ciudad; pudimos recorrer sus tres niveles y explicar algunos de los fundamentos del Arte Constructivo del Río de la Plata, una de las pocas vanguardias locales, donde la estructura, el simbolismo arquetípico americano, la presencia de lo "Concreto" lejos de toda abstracción conceptual, la ciudad, el puerto, el Número de Oro, dan cuenta de la reformulación de lo Moderno que hizo este gran Maestro de la Escuela del Sur; aquel que sabiamente dijo: "Nuestro Norte es el Sur"...
Muy cansados al finalizar el día, con el grupo docente nos fuimos a cenar a la Taberna Vasca... La idea era recuperar energías, pues al día siguiente había que madrugar y vendría lo mejor...

Domingo 24, todo el grupo se levantó temprano para que los micros estacionados en Plaza Cagancha nos lleven a recorrer las obras más significativas que vinimos a ver, íbamos a recorrer casi 400 km en un día!
Nos esperaban allí, como guías privilegiados, los arquitectos Marcelo Payssé y Esteban Dieste, junto a un invitado sevillano.
Dos hijos arquitectos de dos notables artistas uruguayos: Mario Payssé Reyes y Eladio Dieste. Con ellos nos fuimos a Carrasco, ya en las afueras de la ciudad, donde la misma se la puede contemplar de un modo imposible de hacer en Buenos Aires; por esa particular geografía montevideana en relación al río.
Nos encontramos una vez que bajamos de los micros en la Plaza Virgilio, en Punta Gorda, frente al Monumento a los caídos en el mar, obra de Eduardo Yepes, Escultor español republicano, escapado de la Guerra Civil, casado con Olimpia la hija mayor de Torres García, autor también del Cristo que engalana el altar de la iglesia de Atlántida...
Comenzamos ahí a comprender, en palabras de Esteban Dieste, el complejo entramado cultural, entre pintores, escultores, poetas y arquitectos, de toda una generación de intelectuales y artistas que pensó la cultura rioplatense, desde lo Nuestro, desde Acá...no olvidando que "eso" es justamente lo que la hace "una cultural universal" y no al revés, como a veces pensamos...
Tanto Marcelo como Esteban nos contaron sus historias familiares de infancia, el haberse criado en dos estupendas casas modernas. 
La de los Payssé Reyes, una caja de ladrillo horadada con sus terrazas y el patio, presidido por el estupendo fresco constructivista de Julio Alpuy "las cuatro Estaciones", de la Escuela del Sur, que contemplamos a pesar de la frondosa arboleda que impide la vista desde el exterior y el no muy buen estado de conservación actual de toda la obra...
Y otra vez ese entramado cultural que preside a toda buena arquitectura...
La casa familiar de los Dieste —hoy en venta– esperando un destino que impida su destrucción y ojalá la posibilidad de transformarse en una Fundación que aloje todo el legado del Maestro... Desde el afuera se vislumbran sus bóvedas ladrilleras, y esas sabias palabras que ED dice en la memoria:

"Nos preocupamos de que los que han de habitar las viviendas que construimos vean los árboles, el mar, las estrellas, pero olvidamos a veces que el hombre es más que el mar y las estrellas, que si estamos sanos nada deseamos tanto como el vernos los unos a los otros, y que es viéndonos que de verás vemos el mar y las estrellas."


 Otra vez en los micros nos dirigimos a nuestro destino mayor: La Iglesia de Cristo Obrero en Atlántida, como alguno de los nuestros sabiamente la nombró: "Nuestra Ronchamp del Río de la Plata".
Apenas llegados nos sacamos la clásica foto grupal, los 110 viajeros junto a nuestros guías de lujo con María Elena Mariño, como la fotógrafa oficial y tanto Esteban como Marcelo contándonos anécdotas y algunas cuestiones fundamentales sobre el magnifico y a veces complejo planteo estructural de esta obra notable.
Antes de entrar Esteban nos cuenta del sistema de asoleamiento y la independencia de la fachada del templo de sus muros perimetrales, acentuado por una junta perimetral, dado que la misma no cumple un rol estructural.
El magnífico interior casi en penumbras, nos recibe apenas iluminado por los vidrios de colores. Esteban nos contó la historia de la restauración de esos vitrales, que en una visita anterior estaban deslucidos... Con la participación de una de las bisnietas de Torres García y a propósito del casamiento de una de sus hijas, el patrón geométrico de colores que sigue el planteo es riguroso, y alude a un cierto diseño espiralado. También nos contó de los problemas que el templo aún enfrenta (entradas de humedades varias)  para lograr una plena conservación. Esperamos que así sea!

Marcelo por su parte conto del exhaustivo relevamiento que realizaron en su taller de la FADU de la UDELAR para reconstruir el maravilloso entramado estructural de ladrillos con sus bóvedas gausas de doble curvatura y los muros ondulados con su particular geometría... ciento diez hiladas desde el cero del suelo hasta la viga perimetral exterior, que concordante a los empujes recibidos cambia de sección, también de forma ondulada... todo siguiendo la geometría áurea del modulor; de ahí lo pertinente de una Ronchamp del Río de la Plata...
Antes de irnos, dimos una recorrida otra vez por los espacios exteriores deteniéndonos en la estupenda torre campanario, no en buen estado de conservación. La torre de ladrillo armado de catorce pilares cribados, como las catorce estaciones del Vía Crucis; conjuga su lógica matemática con un saber religioso ancestral y espiralado... El mismo primitivismo de Torres García, la misma sabiduría enunciada por nuestro Marechal, para quién la belleza era un descenso para el ascenso a través de una espiral... 

Subimos a los micros ya sin Dieste y Payssé a Soca, al encuentro de la mágica capilla que Antonio Bonet, construyó como mausoleo en recuerdo de Susana Soca, esa mecenas de las artes que nuestro Borges recordaba en uno de sus poemas del Hacedor.
A pesar de que nuestra visita estaba anunciada de antemano, el cuidador fue reticente para dejarnos entrar. Gracias a que Lucas había llevado los datos de sus nombres, esa fue la palabra mágica, la llave de acceso a esta pequeña pero gran obra.
Grande fue el asombro del grupo, manifestado con un fuerte suspiro colectivo (luego de la foto) cuando las puertas de este pequeño templo se abrieron y pudimos contemplar esa cristalería multicolor—gótica, como Bonet la denominaba.
En los jardines hicimos nuestro pin-nic grupal... Partimos rumbo a Durazno, al centro del Uruguay, casi tres horas de viaje, llegamos pasadas las cuatro y media de la tarde, a la plaza central, antes de la hora de misa como lo habíamos previsto.
Otra vez la sorpresa al atravesar la fachada de esa magnífica basílica neoclásica que era la antigua iglesia de San Pedro.
Magia pura es el vitral hexagonal con tensores de hierro que ED diseñará, suspendido en el espacio. El plegado de ladrillo, el gran salón comunitario que no distingue nave central de laterales, salvo por los dibujos del piso de la antigua iglesia quemada. Todo allí es magistral!
Queríamos acceder al campanario, pero estaba cerrado. Entonces en grupo, nos fuimos a tomar un helado a la plaza central. Al retornar, con la intención de subir otra vez a los micros estacionados frente a la fachada principal, y como los choferes no estaban aún allí, nos demoramos un poco y un grupo reducido entramos nuevamente al templo. 
En lo personal entré a rezar, no a pedir nada en particular, sólo contemplar el hermoso ábside iluminado con el Cristo suspendido.
Era un poco antes de las seis, la hora de la misa y una mujer acomodaba morosamente las flores, el libro litúrgico y encendía las velas del altar.
Me acerco pensando que era Lourdes, la secretaria parroquial con la cual había hablado sobre nuestra visita desde Buenos Aires. Pero no era ella. Le pregunto si podemos acceder al campanario, me contesta que hable con el Padre, que estaba detrás nuestro, en los confesionarios. 
Me acerco al cura, hago el pedido y accede inmediatamente para que el grupo, luego de atravesar un enorme portón y subir por la escalera de madera, no en muy buen estado pudiera acceder a contemplar el rosetón hexagonal, y luego más arriba el campanario, a las terrazas laterales que permiten tener una estupenda vista de Durazno.

Las escaleras por las cuales subimos daban vértigo... pero logramos llegar a la cubierta y comprender algo de esa extraña estructura suspendida de escala descomunal! Ya atardecía, eran las siete, cuando dejamos Durazno rumbo nuevamente a Montevideo...

Lunes 25, nos levantamos otra vez temprano. Desayuno en el hotel, con tostadas de pan negro, dulce de leche, café, yogur y ensalada de frutas. El grupo de evangelistas que pernoctaban en el mismo ya no estaban.
Partimos ocho y treinta puntuales con los tres micros al Puerto de Montevideo para ver la magnifica obra del Depósito Julio Herrera y Obes. 

Estructura de bóvedas gausas de 48 metros de luz que ED ganó en un concurso luego del incendio de la antigua estructura del siglo XIX, cuyo muro perimetral, también en ladrillos, Dieste decidió conservar.
Al igual que la obra de Durazno, se trató de un montaje entre una estructura preexistente y otra nueva que magistralmente el ingeniero logró combinar.
Entramos bajo estrictas normas de seguridad con cascos y chalecos en grupos de a diez.
Con lo cual la visita se hizo más larga de lo esperado.
Así y todo pudimos contemplar las magnificas bóvedas con sus tensores de hierro y viga perimetral de hormigón sobre el viejo muro reforzado con pilastras.

Me quedé en el fondo del galpón esperando a que cada contingente de diez llegara, para hacer las explicaciones del caso, Lucas los preparaba a la entrada con los chalecos y cascos, Esto determinó que estuviera dentro de esta estupenda estructura más de una hora, y entre tanda y tanda pensaba en eso que decía Kahn en torno a la arquitectura, y su relación con lo cotidiano, los operarios que transportaban sus palletes de mercancías llevando  y trayendo, el polvo depositado en el enorme portón azul del fondo, y el cielo que se vislumbra y las sombras reflejadas a través de las rajas de las bóvedas...  

"Una obra se hace entre los ruidos atronadores de la industria y, cuando el polvo se posa, la pirámide, que recoge el eco del silencio, tiende al sol su sombra..."

Partimos del puerto a nuestra última visita en la ciudad, la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, (UDELAR), estupendo edificio del cuál teníamos referencia de su magnifico patio rodeado de galerías con fuente, añosa arboleda y un patio repleto de estudiantes trabajando, yendo y viniendo. Todo da cuenta de la extraordinaria vitalidad de este espacio. Nos reciben los arquitectos Salvador Schelotto y nuestro anfitrión el arquitecto Marcelo Payssé en las escalinatas exteriores, y nos volvemos a sacar una foto grupal en el patio central...


Visitamos a los estudiantes del taller Schelotto y pudimos contemplar algo de su trabajo cotidiano y también la magnifica maqueta que Marcelo Payssé desarrolló en su laboratorio quién nos explica el sistema constructivo de encofrados y cimbras de la iglesia de Atlántida y como nos dijo oportunamente Esteban Dieste, las referencias de Rafael Guastavino, el trabajo con el Modulor, la tradición de las bóvedas catalanas, su relación con Bonet en la casa Berlingieri en Punta Ballena...

Pasado el mediodía llegamos con los micros a Plaza Cagancha y con algunos del grupo docente fuimos a almorzar a la Taberna Vasca. Luego a buscar nuestro equipaje para volver a los micros.
Dos horas y media más dormitando en los micros, luego de tres intensos días.
A las ocho y treinta el barco partió desde Colonia, cruzamos el Río y casi a las diez llegamos nuevamente a Buenos Aires...


Cronica del viaje por Alejandro Vaca Bononato
Fotos de Flor Berdichevsky, grupales de María Elena Mariño.