domingo, 22 de junio de 2008
El lugar de la posibilidad más propia...
Leonardo Da Vinci es uno de los ejemplos -nos dice Blanchot- de la pasión que quiere elevar la obra a la esencia del arte y que finalmente sólo percibe que cada obra es "ese momento insuficiente", el camino de una búsqueda... que se reconoce en esos cuadros inconclusos y abiertos, como es la Adoración de los Reyes Magos...
Algo de esto también rescatamos del proceso de diseño de Enric Miralles, quien compara al suyo con el del pintor Alberto Giacometti cuando dice: "la sucesión de estos distintos estados de una misma pintura a través de un trabajo de repetición... No es una serie, no hay variantes, se insiste siempre sobre lo mismo... Donde sólo lo que la obra ofrece aparece al final. Aparece como posibilidad, como lo no esperado... Por ahí se iniciará un nuevo trabajo... La obra es así un trozo de tiempo...Un lugar donde depositar la intensidad de un trabajo"...
Tanto para Leonardo como para Miralles, la obra es el lugar de lo abierto, de la posibilidad más propia.
Así la obra maestra no reside en la perfección, tal como esta palabra reinvindicada por la estética lo hace suponer, ni en la maestría, que pertenece al artista y no a la obra. Valéry dice bien que la maestría es lo que permite no terminar nunca lo que se hace... Sólo la maestría del artesano concluye el objeto que fabrica. Pero para el artista la obra siempre es infinita, no terminada, y por eso -termina acotando Blanchot- la obra de arte es este acontecimiento absolutamente singular, infinito, abierto...
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