Functionalism, yes, but..
La gran arquitectura funcionalista de principios de siglo
fomentó la primacía del programa, la industrialización y los objetivos
sociales. Pero la arquitectura funcionalista fue más simbólica que funcional.
Fue simbólicamente funcional. Mas bien, representó la función que fue producto
de esta. Mas que actuar funcionalmente, tuvo una apariencia funcional.
Esto estaba muy bien porque la arquitectura siempre ha sido
simbólica y la creatividad de los arquitectos ha consistido más en adaptar
símbolos conocidos que en inventar formas nuevas. Asimismo estaba bien el contenido
de la arquitectura funcionalista , porque la función era un símbolo vital en el
contexto cultural de la década de los veinte.
Pero el simbolismo de la arquitectura funcionalista no fue
reconocido. Fue un simbolismo carente de símbolo: la imagen funcional de un
edificio fue el resultado de la expresión automática y explícita del programa y
la estructura. Al atribuir importancia primordial a la función en la
arquitectura, los funcionalistas modificaron la definición vitruviana según la
cual “arquitectura es comodidad solidez y belleza”. Se consideraba que las
cualidades estéticas, rara vez mencionadas, provenían de la sencilla solución
de las exigencias funcionales, nunca contradictorias del programa, la estructura
y, en una etapa posterior, del equipo mecánico. Incluso el propio Louis Kahn
cuando dice que un arquitecto queda sorprendido por la apariencia de un
edificio tras haber resulto un diseño, podría ser entendido como un funcionalista
determinista. En arquitectura el arte tenía que nacer de la expresión, de las
formas funcionales originales, mas que del significado de unos símbolos decorativos
familiares. Pero cuando los arquitectos degradaron el elemento estético en la
triada vitruviana, reduciéndolo a un subproducto accidental, convirtieron su
obra en frágiles tours de force edificados sobre inestables bases teóricas.
Los arquitectos funcionalistas rechazaron la pintoresca
arquitectura Romántica, aunque adoptaron casi universalmente composiciones
asimétricas para simbolizar sensibilidad en su programa funcional. Es innegable
que estuvieron abiertos a las nuevas formas de vida y de trabajo, las cuales
quedaron reflejadas en sus proyectos. Pero sus asimetrías simbólicas dieron lugar
con el tiempo a los diseños generalizados y simétricos de Mies y Kahn, porque
las formas de los edificios no podían ajustarse, como un guante en la mano, a
los complejos, imprevisibles y a veces intangibles elementos de los programas
realistas.
Los arquitectos funcionalistas renunciaron al formalismo
arquitectónico, aunque adoptaron el vocabulario de la arquitectura industrial
vernácula, una gramática de formas y símbolos derivada de una era industrial
idealizada. Esta adaptación no difería de la traducción renacentista que
Bramante dio a los orígenes del clásico de la Edad de oro de Roma. Mies adoptó
las formas de la industrialización más que las técnicas; Le Corbusier dominó
las formas de un cubismo pictórico, y su construcción fue tan artesanal como
industrial.
Los arquitectos funcionalistas denunciaron los estilos históricos
eclécticos, aunque promovieron un
estilo internacional. Y al renunciar a los vocabularios formales, cayeron en
los peligros de un formalismo inconsciente.
Los arquitectos funcionalista condenaron el ornamento,
sustituyéndolo por la articulación. En la última etapa de la arquitectura
moderna, la articulación evolucionó hacia el exhibicionismo estructural y el expresionismo
espacial. Cuando los arquitectos rechazaron el uso del ornamento, convirtieron
todo el edificio en un adorno, ironía irresponsable de los funcionalistas.
Los arquitectos funcionalistas promovieron los objetos visionarios
y reformistas para las viviendas masiva, a través de la planificación social y
los procesos industriales, pero las formas expresivas de la vivienda socializada
se han convertido en símbolos universales de la arquitectura colectiva y de
lujo en playas de moda. La representación simbólica d elos objetivos no arquitectónicos
del movimiento funcionalista pudo haber sido subvertida menos fácilmente de lo
que fueron sus expresiones puras y abstractas.
Los arquitectos funcionalistas, en su búsqueda de una arquitectura
pura y un espacio expresionista abstracto, olvidaron el contenido iconográfico
de la arquitectura del cristianismo primitivo, de la bizantina y de la gótica. La
pintura y la escultura en la arquitectura solo se toleraron como articulaciones
abstractas al servicio del espacio. Hasta hace poco tiempo, estos arquitectos
únicamente tuvieron noticias de la arquitectura “electrográfica” de los strips comerciales,
al condenar su invasión urbana, calificándolos de “campos de chatarras dejados
de la mano de Dios”, etcétera, los signos arquitectónicos eran tan malos como
la decoración arquitectónica. El lenguaje comercial como fuente vital para la arquitectura
hoy sorprende a nuestros funcionalistas tradicionales, del mismo modo que el
lenguaje industrial chocó a los Academicistas de cincuenta años atrás. Pero
tanto los instructivos mosaicos y frescos, y los relieves escultóricos que
constituían la Bellas Artes del pasado, como los persuasivos anuncios
comerciales que son un arte popular de nuestros tiempos, aportan, cada uno por
su lado, dimensiones esenciales a la arquitectura.
La gran arquitectura puede estar basada en teorías erróneas:
quizás sucedió así en el renacimiento. Pero creemos que el irónico deterioro
del Período Heroico del Movimiento Moderno y la persistente esterilidad de sus
manifestaciones actuales revelan el concepto falso que ciertos arquitectos
tienen de la inevitabilidad e inherencia tanto del simbolismo y la
ornamentación, como de la función en arquitectura.
Hoy ya no definimos la casa como una máquina para vivir,
sino que podemos definir la arquitectura como un refugio decorado.
VENTURI, Robert, SCOTT BROWN, Denise. (1974)
“Functionalism, yes but...” , en Colección Summarios , año
2, Nº 16, Buenos Aires, 1978. P4.
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