Luego de recorrer 696 km., llegamos luego de un viaje nocturno, con dos paradas técnicas en San Nicolás de los Arroyos y Leones, a la ciudad de Córdoba, 8.30 horas de la mañana.
Desempacamos, nos ubicamos en las habitaciones y desayunamos en nuestro hotel, ubicado estratégicamente en una de las peatonales.
Ahi comenzó nuestro primer recorrido por el Centro Histórico, que implica a la Plaza San Martín, la Catedral (1577), el Cabildo (1683) y nuestra primer parada, la Iglesia de Nuestra Señora de La Merced, ubicada en la intersección de la peatonal 25 de Mayo y Rivadavia.
La orden de los Padres Mercedarios, a la cual pertenece la Iglesia, fue fundada en España para el rescate de los cristianos cautivos y su presencia en Córdoba data del siglo XVI.
Se trata de una Basílica de tres naves —una principal y dos laterales— diferente en ese sentido de la tipología de nave única de las iglesias jesuíticas que posteriormente visitamos.
Atravesamos el magnifico portal de madera en cedro paraguayo y en su interior nos encontramos con el antiguo púlpito barroco de talla policromada (1776) y el altar del siglo XVIII que emula el tabernáculo de la Compañía de Jesús que se encuentra en la iglesia de Villa Tulumba.
Luego en nuestro recorrido, un punto clave es la Iglesia de la Compañía de Jesús (1644).
Venimos a Córdoba para conocer la tradición jesuítica, que vislumbramos intuitivamente en la magnifica obra —ya moderna— del Togo Díaz; ladrillera y plena de referencias a esa tradición local.
La Iglesia —la más antigua de Argentina— (1644) forma parte de la Manzana Jesuítica, junto al antiguo Colegio de Monserrat y la Capilla Privada o Doméstica (1698) que para este remoto extremo del imperio colonial español, fue la primera y única Universidad de aquellos años.Contamos en el recorrido con las explicaciones de Santiago Lorenzo, nuestro docente y guía, donde observamos su magnífica fachada, sin duda la de mayor mérito artístico, con su geometría elemental y despojada, compuesta de cubos y pirámides de pureza inocente, pero de gran fuerza épica con sus muros de piedra partida y ladrillo, a mitad de camino entre bastión y templo monacal.
Por la tarde, luego del almuerzo colectivo volvimos al Colegio Monserrat donde nos esperaba otro guía que nos contó la historia de este mítico colegio, comenzando por su magnifico claustro. "El Colegio" es el de toda una generación de dirigentes del norte Argentino. Entre ellos el "Togo" José Ignacio Díaz estudió allí. Bajo el lema "Virtud y Lengua" —que figuran en su escudo— la enseñanza del griego antiguo, el latín —ambas lenguas muertas— junto a las artes, la historia, la filosofía; son los pilares de una educación humanista fundada en valores, que desgraciadamente vamos perdiendo.
Luego visitamos la estupenda Capilla Doméstica, exquisito santuario que abarca el actual hall de la Iglesia y cuya construcción finalizó aparentemente en 1668. Como característica arquitectónica muestra un increíble techo, armado con cañas tacuaras y recubierto de cuero de vaca posteriormente pintado. El magnifico retablo, delante del cual el grupo se fotografió, es obra del arquitecto italiano Brasanelli, en el que sin dudas los artistas indígenas han puesto su sello, mostrándonos ese mestizaje, tan típico de todo el arte americano que pudimos apreciar allí.
Finalizamos el día en una obra que desato polémicas en el grupo, el pabellón del Bicentenario de Cohen, Castañera, Nanzer, Sala, Salassa y Tissot. La polémica discurría entorno a la pertinencia o no de la obra en su sitio y su forma de construcción, que para muchos era forzada...
Al día siguiente nos esperaba otro de los platos fuertes; recorrer junto al hijo del Togo, José Ignacio Díaz (h), sus obras.
Comenzamos por un punto clave del recorrido, el Bulevar San Juan y la Cañada, donde está la mayor concentración de obras, que forman ese paisaje tan particular de la Córdoba moderna, que el Togo forjó con humildad, intuición y rigor —el ostinato rigore de Leonardo, "que no se contraponen sino más bien se ayudan en la gestación misteriosa de las obras del espíritu". (Alberto Prebisch)
Luego de más de dos horas de recorrido a pie, junto a José Ignacio, nuestro guía privilegiado, visitamos el estupendo conjunto urbano de Calycanto, —frente al cual nos hicimos la clásica foto grupal— los edificios escalonados, hoteles panorama 1 y 2, uno de los primeros edificios del Togo, el de Figueroa Alcorta 50, Zigurat I, II y III con sus alusiones incaicas, finalizando en Los Alamos, un raro ejemplo en hormigón visto que dialoga magistralmente con los remates de la ciudad histórica.
A la tarde la idea era conocer sus casas y estudio y para ello nos fuimos al barrio Vélez Sarsfield.
La primera; la casa de los arquitectos, el Togo y su mujer Betty Yadarola, arquitecta, diseñadora de los interiores y los amoblamientos de sus estupendas obras, quién nos recibió amablemente allí.
Grande fue nuestra sorpresa cuando se abrió el portón de madera del garaje y nos encontramos con un recoleto jardín/patio con los clásicos retranqueos de fachada que el Togo experimentó en sus obras más grandes.
Recorrimos los interiores y particularmente su estudio donde vimos algunos de sus dibujos originales, el estudio del pintor y la magnifica biblioteca, donde abundan libros de arte: títulos de Cézanne, Degas, Spilimbergo, etc...
Una foto particular en su estudio nos recuerda al Togo, trabajando como pintor en su taller...
La recorrida por sus casas culminó con el grupo llegando a otra obra Maestra, La casa Zorzi.
Un bonus track, quedaba para la última hora de la tarde, la visita a la única casa colonial que aún sobrevive en Córdoba, la del Virrey Marques de Sobremonte, que funciona como casa-museo.
Es la construcción civil más antigua de la ciudad, data de mediados del siglo XVIII y en sus interiores y patio pudimos apreciar arte de la escuela cuzqueña y de las misiones jesuíticas, una postal increíble de Barroco americano, en una exquisita vivienda que conjuga la tipología de patio romano y andaluz.
Sobremonte se refugió en esta casa durante las invasiones inglesas resguardando los tesoros de Buenos Aires en 1806.
El domingo partimos temprano a la ciudad de Alta Gracia, distante 40 km. al sudoeste de Córdoba, hacia el sur, reiniciando la vuelta.
El motivo era visitar el otro referente de la tradición jesuita local. Vimos la Manzana, ahora le tocaba a la Estancia, el centro de producción por antonomasia que La Orden de San Ignacio de Loyola había fundado en Córdoba, Centro de Producción del Colegio Máximo.
Apenas llegados y en la sombra, por el intenso calor que hacía, nos sacamos una foto grupal en el magnifico claustro de la antigua residencia de los jesuitas, con la capilla a un costado.
Allí nos esperaba nuestro guía-arquitecto, del Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers —otro de sus habitantes ilustres— quien nos contó la historia del lugar, y la estupenda lógica de esta unidad de producción que es la obra, sin dudas de los mejores ejemplos del pre urbanismo americano, del recinto que no se cierra al paisaje, sino por el contrario se abre... Un magnifico hecho urbano-arquitectónico de control del territorio.
Lo apreciamos escuchando al guía y viendo la maqueta del conjunto en una de las salas del Museo.
Recorrimos luego el patio del obrador, la herrería, la fabrica de ladrillos, las galerias, finalizamos entrando a la capilla y dando una vuelta por el Tajamar, esa estupenda laguna de regulación de las aguas con el sistema de acequias...
Una arquitectura plena de sentido que construyó los cimientos de nuestra identidad...
A almorzar, ya bien pasado el mediodía —previo paso por la casa del "Che" Guevara y el museo-casa del músico Manuel de Falla, fuimos a Villa los Aromos, a 6 km de Alta Gracia a la estancia Saldanil, donde nos recibió nuestro anfitrión, Carlos Prieto Lamas.
Unas ricas carnes a la parrilla con verduras y salsas varias con jugos, bebidas y helado, nos esperaban. Después el chapuzón final en el arroyo al borde de la estancia y un poco de exploración por las sierras antes de partir de vuelta a Buenos Aires...
Agradecemos por el material fotográfico a Ivan Sipavicius, estudiante de A3, ganador del Concurso de Fotos del taller y al equipo docente viajero: Atilio, Santiago, César, Andy, Leo y Juana; a Gaby por la logística de la previa y a todos los estudiantes que nos acompañaron en estos tres estupendos días de un verdadero viaje de estudios...
Un pensamiento final para pensar del gran pintor argentino Enrique Policastro, creemos que sobrevuela el sentido de este viaje...
"Lo que yo quisiera es meterme en la tierra, entrar en ella y en su realidad profunda. Es la única manera de realizar algo sólido, verdadero. Lo demás es turismo y no puede producir sino obras superficiales, epidérmicas..."
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